martes, 12 de abril de 2016

CICLO FRANKENSTEIN. “El hijo de Frankenstein”. (1.939) Anthony Vulcano.

“El hijo de Frankenstein”. (1.939)



Lo primero, esta película, para mí,siempre ha sido “la que el monstruo lleva un chaleco de borreguillo”…
Se acabó lo que se daba. Si la primera de Whale fue magnífica, y “La novia...” tocó el cielo, aquí bajamos en picado.
Se tenía a un personaje fascinante y que seguro que dio buenos réditos en las salas, así que había que seguir adelante con películas suyas. Y poco más. Ni dobles lecturas, ni poesía, ni hallazgos de ningún tipo. Obviamente, ya estaba prácticamente todo dicho…
Bien, el hijo de Frankenstein vuelve al pueblo a tomar posesión de la herencia de su padre, pero se topa con el rencor de los aldeanos, que no olvidan los malos momentos que pasaron a raiz de los experimentos ya conocidos. Se instala en el castillo y tarda poco en encontrarse con Igor (Bela Lugosi), que le llevará hasta el monstruo, que, claro, sigue vivo, y está “enfermo” (le cayó un rayo o algo así, creí entender). Ni corto ni perezoso, el hijo del doctor se pone manos a la obra y de nuevo nuestro amigo Frankie vuelve a caminar. Pero Igor lo que desea es una venganza personal, y, gracias al dominio que tiene sobre la criatura (vaya Vd. a saber cómo), le va enviando a eliminar a ciertos ciudadanos, con lo cual, vuelve la alarma y de nuevo nos metemos en harina.
En el reconocimiento médico al que se le somete, vemos que tiene 30 y 20 de tensión, y 250 pulsaciones por minuto, “un superhombre, gracias a los rayos cósmicos que absorbió gracias a los cometas…”, dice un avispado Rathbone…
Empezaremos por lo bueno. Basil Rathbone, Bela Lugosi y Boris Karloff, tres grandes de la época. Los decorados, sobre todo los interiores del castillo, son muy curiosos. De nuevo nos recuerdan tangencialmente al expresionismo alemán, pero también vemos que son unas salas enormes y aparte de las escaleras y rincones varios, están prácticamente vacías, sin alma (como la película en sí). Y sí, algunas escenas memorables, como cuando se mira en el espejo… Y ya está.
Vamos con lo malo. Lo que podría haber sido la introducción de un personaje peculiar e interesante, recordemos al Dr. Pretorius de la anterior, es esta vez la irrupción del inspector Krogh, un policía, militar frustrado, que insiste primero en proteger al hijo del Dr. de posibles amenazas por parte de la turba, y luego en investigarle, pues tiene fundadas sospechas de que sigue con las prácticas de su padre. El inspector Krogh lleva monóculo y tiene un brazo de madera –imaginad quién fue el causante- , articulado, que mueve con su brazo bueno (se levanta el brazo de madera, se mete el monóculo entre los dedos de madera y lo limpia con la mano buena; se lo pone y baja el brazo de madera). Vamos, un personaje digno de parodiar salvajemente, eso si no pensamos que ya hubiera sido ideado así. Por supuesto, Mel Brooks lo hizo en su “Jovencito Frankenstein”, al igual que otros asuntos de este título, como las aldabas de la puerta y su estruendoso sonido.
De los 70 minutos que duraban las anteriores, pasamos –innecesariamente- a ¡ 99!, que se hacen eternos, pues la película es aburridísima. Las conversaciones entre Rathbone y el inspector, además de bobas e inútiles, no tienen fin, estás deseando que acaben de una vez y pase algo. Hasta pasada la hora, el monstruo no “hace nada”. El final es precipitadísimo y anticlimático. Y Rathbone está histriónico y sobreactuado en muchos momentos. Pero lo principal, es muuuuuy aburrida, aquello no tira para ningún lado y estás deseando que acabe de una vez. Y aquí notamos la valía de James Whale, y la rutina de Rowland V. Lee, un artesano del medio. No me extraña que Karloff declinara a partir de aquí seguir interpretando al monstruo…
Miedo le tengo a la siguiente, esta vez con Lon Chaney Jr. en el papel de monstruo…
Pd.- Yo he visto aquí a Karloff mucho más ”ancho”, cuando pasamos de los 50, muchos solemos “ensanchar” bastante, tal vez por eso ya no quedara bien con americana y de ahí lo del chaleco de borreguillo.









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