CICLO
FRANKENSTEIN. “El doctor Frankenstein” (1.931)
Por Anthony Vulcano.
Bien,
ya estamos inmersos en plena época de la Universal, la productora
que sembró ya para todo el futuro las bases de los monstruos que a
raíz de ello se dieron en llamar “clásicos”.
Repito
que no he leído la novela de la Shelley y por lo tanto no puedo
opinar sobre fidelidad o no a ella, con lo cual, me viene mejor, pues
solo hay que atenerse a la película.
La
película de James Whale es una auténtica maravilla, así, con todas
las letras. Una película seminal, que marcaría para siempre los
derroteros de uno de los mitos del terror.
Tiene
un prólogo en el cual un presentador advierte al público de que el
propio productor, Carl Laemmle, quiere avisar de que lo que van a ver
es la historia de un hombre que quiso crear “un hombre, a su imagen
y semejanza, sin contar con Dios”…, y que puede ser terrorífico,
espantoso de ver (con lo cual me gustaría ver a los espectadores de
la época, poco habituados a horrores filmados, tras esta
advertencia), pero en dicho prólogo se cuela una frase, en la que
está la clave de la película, “…es una de las historias más
inquietantes jamás contadas, pues plantea los dos grandes misterios
de la creación, la Vida, y la Muerte…”
Colin
Clive está estupendo en su papel de doctor Frankenstein, le vemos
poseído por el ansia de llevar a cabo su experimento, y en ciertas
ocasiones roza la locura, pero sin llegar a la chabacanería en dicha
interpretación. El resto del reparto también está muy bien, Mae
Clarke, Dwight Frye como Fritz, etc. , y no podemos obviar a la
composición de la criatura por parte de Boris Karloff, eso sí, con
la inestimable ayuda del gran maquillador Jack Pierce. De todo ello,
sumado a la elegante forma de narrar el argumento, llegamos a la
conclusión de que James Whale no era un “artesano” más, sino
alguien preocupado en contar “algo más” que una mera historia
fantástica. Y también llama la atención la técnica, con esos
planos en la mansión del pueblo, atravesando habitaciones con la
cámara siguiendo los movimientos…
Unos
decorados fascinantes, ese torreón en lo alto de un picacho, con
esas paredes un tanto deformadas, que nos recuerdan en cierto modo al
expresionismo alemán, o esas imágenes en exteriores tan tétricas,
tanto la “cacería” final como el mismísimo inicio, con el Dr. y
su sirviente Fritz esperando para desenterrar a un finado…
Y
lo más importante, la criminalización inmediata del “monstruo”,
cuando, a pesar de, por error, llevar el cerebro de un criminal,
(hecho que convencerá a Frankenstein de acabar con su existencia)
vemos que no sabe hacia dónde tirar, la mítica escena de la niña y
el lago así nos lo deja claro; la posterior llegada al pueblo del
padre con la niña en brazos, su persecución por la horda y la
escena final en el molino… Imprescindible a todos los niveles. Ah,
y todo un ejemplo de concisión narrativa: 70 minutos nos sobran para
que nos cuenten perfectamente la historia.
Vaya,
no se sabía quién hizo de Monstruo…
Escenarios
realmente inquietantes…
El
doctor, eufórico con su experimento…
Escenarios
fascinantes, ciertamente “expresionistas”…
Primera
aparición del monstruo, imagen para la posteridad…
Fantástico comentario para una fantástica cinta clásica.
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